martes, 12 de junio de 2012

Destino de Pluma y Mano de Poncho K

Lo de Poncho K es para echar de comer aparte. Un tipo extraordinario, campechano y proteico que escribe como un tímido crónico, encerrado en su propia concha, oruga que teje y desteje una carrera de primera.

En este su segundo disco, Destino de Pluma y Mano, irrumpe con fuerza desde el título de Camino, como el contrapunto punk de grupos más académicos, tipo Triana, guitarras que restallan con alegría, rasgando y trasteando a lo largo del mástil, sin miedo al efecto rebote del feedback, con una energía inusitada que se ve parte de las mismas entrañas de este joven sevillano.

No le va a la zaga Destrucción, con un mensaje menos caótico, pero con igual fuerza y espíritu de lucha. Rock cerril como el de sus admirados Ramones, pero con letras inteligentes plagadas de logradas metáforas, reivindicaciones juveniles de guerra y paz aparte.

El interludio con saxofón es de esos momentos musicales que te ponen los pelos como escarpias. Y es que Poncho K no deja de mostrarse combativo hasta en sus momentos más melosos y plácidos, puño de acero en guante de seda.

Ay, Ay es una alegre canción de inusitada letra universal, con su antimilitarismo muy a pie de calle, sin demagogia barata, y unos arriesgados coros infantiles que no consiguen arruinar el tema, antes bien lo potencian y subliman.

Poncho K berrea más que canta en La Luz, muy Robe Iniesta, en un número impetuoso y de contenida / reprimida agresividad.

En Muero Poncho K descansa su guitarra para rapear a velocidades de experto, y hasta vértigos nos da la circunstancia que narra, llena de desazón y desasosiego, cuando la definitiva calma de la muerte sigue al ansia de un deseo desaforado.

Santurce es una historia de amor con olor a gasolina y alquitrán, y aunque sabemos que la romántica historia de estos enamorados en un puerto del norte acaba en ruptura, Poncho K insiste con denodada tozudez en su sentimiento de que su amada era para toda la vida. Imágenes como sacudidas, para escucharlas y sentir cómo te taladran el cerebelo hasta hacerse fotogramas de patético realismo urbanita.

Sin Polainas es una canción de libertad y horizontes sin fronteras, para un libertario en línea con los primeros Barricada, y por ahí.

En No Llores por Mí, Poncho K se atreve con teclados trasnochados, y nos larga un poema de amor y muerte muy Extremoduro, que es un éxtasis de carpe diem.

Cárcel, Hospital y Cementerios arranca pletórica y al escuchar su riff y estribillo, se me viene a la memoria La Fiesta Medieval de Los Nikis.

Quemar los Poemas es una canción contra los nacionalismos excluyentes, en la onda del mensaje integrador del Imagine de John Lennon o Games Without Frontiers de Peter Gabriel.

Mi Amor es Mío es una rumbita de día de feria, autos de choque y tiro al blanco en la plaza del pueblo, con un deje de amor posesivo / pasional.

Homenaje a la Cabra tiene la retranca de estrenarse con la trompeta de la cabra del ejército, para cuadrar un número con uno de los bridge más bellos del disco, pleno de acierto y de melodía. Heredero de Leño, se nos pone la piel de gallina al escuchar a este digno sucesor del inimitable Rosendo Mercado.

Oda a la Carretera es otro vacile completo de este poeta del Asfalto, con la coña sevillana, acento / deje incluido, y si Homenaje a la Cabra tenía el puente del disco, Oda a la Carretera es la balada por antonomasia de este rapsoda urbano, piano y a capella, ¿quién se atreve a decir de Poncho K que no tiene variedad de registros estilísticos?

Cualquiera diría que Luis Eduardo Aute es lo más alejado de un rockero de punk aflamencado y descarado como Poncho K, pues ahí que se larga una versión de Cine, Cine con toda la carga intelectual del Aute cultureta, pero con respeto y mucho hard rock hasta este sueño imposible se puede hacer realidad.

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